Mala Suerte: ¿Existe o la Atraes?
¿Conoces a alguna persona de esas que parecen haber salido de uno de los episodios de Calimero? Esos a los que todo les pasa, que a las soluciones le encuentran problemas; a los que las situaciones más insólitas les ocurren y a los que por supuesto, escuchas quejarse de su mala suerte una y otra vez.
Pues yo sí conozco varios y reconozco que es díficil ponerse en sus zapatos cuando realmente observas toda la avalancha de cosas que se les viene encima o por las que han tenido que pasar
¡Vamos! Que no es lo mismo tener un mal día que vivir una mala racha en la que todo lo que puede salir mal, lo hará sin dudarlo, incluso, superando las expectativas propias.
Siempre me pregunto, al conocer esos llamados casos de «Mala Suerte», ¿Quién persigue a quién? ¿La mala suerte a la persona o la persona a la mala suerte?
Y es que para quien no lo sepa, me gusta ver el mundo desde mi óptica y esta está influenciada por todo lo que tiene que ver con el tema energético, por lo que para mí, la mala suerte no es más que un montón de energías muy mal atraídas y canalizadas.
Hay personas muy superticiosas que le endosan a cualquier palabra, imagen, juego, persona e incluso, ropa, lo que pueda sucederle en el transcurso de su vida. Sin embargo, yo pienso que es más bien una cuestión de atracción, así que este será el tema de hoy y ya, ¡Comenzamos!
¿Es real la mala suerte?
Lo que es real son las circunstancias. Tú siempre decidirás cómo verlas y de qué manera ellas afectarán tu vida.
De hecho, tengo bastante reserva en usar la palabra Suerte, pues pienso que esta tampoco existe como sí lo hace tu actitud frente a la experiencias que se dan en relación con un hecho o realidad que vivas.
Como me encantan los ejemplos y las historias más aún, te voy a explicar con un caso propio lo que creo que es la buena y mala suerte. Eso sí, preparate porque a muchos les resulta chocante lo que digo.
Hce casi 8 años, mi segundo hermano murió en un accidente de tráfico. Consumida por el dolor, mi madre falleció 5 meses después. Cuatro años más tarde, lloraba la muerte de mi padre y cuando él apenas tenía un mes de fallecido, mi perrita Dora Renata, fue atropellada por un vehículo y también murió.
Ese mismo año de la muerte de mi padre, fui estafada y practicamente quedé con una mano delante y otra detrás, pues para honrar los compromisos con mis proveedores, les pagué con mis ahorros, así que me quedé sin dinero, con dos niños que mantener y también con una profunda tristeza.
En ese tiempo, recuerdo que me encontré a muchas personas que al verme ponían cara de pena y me decían que yo tenía mala suerte. Que la racha que atravesaba era muy fuerte y algunos hasta se atrevieron a recomendarme baños y brujos para que me hicieran limpiezas. Realmente destesto esa actitud.
Yo, la verdad es que me reía y tal vez más de uno haya pensado que después de tanto suceso dramático, había pérdido definitivamente la razón. Pero no era así, o al menos eso me gusta pensar.
Yo no tuve mala suerte por perder a cuatro de mis amores en muy poco tiempo. Y es que todos, algún día vamos a morir. La muerte es parte de la vida. ¿Que se fueron uno detrás del otro? Sí, es cierto, pero dentro del dolor que pudieron ocasionarme sus partidas, agradezco profundamente la manera en la que lo hicieron.
Y te cuento por qué. Mi hermano, durante el accidente, tuvo fractura craneoencefálica. Fue de hecho el único golpe que recibió, justo encima de su nuca. El murió 9 horas después de lo ocurrido.
Cuando lloraba frente a su ataúd, una de mis primas, que es médico, se acercó a mirarlo conmigo y me dijo que él había tenido una muerte cerebral tan inmediata que aunque tenía un pequeño golpe justo encima de su labio superior, el cerebro no había enviado señal a esa zona para que se hinchara porque no tuvo tiempo de hacerlo, por lo que no había alteraciones de ningún tipo en su rostro.
Esto me dejó pensando. Obviamente, para mí fue un golpe tremendo perder a mi hermano pero saber que él no sufrió, que mis padres tampoco lo hicieron teniendo que ver a su amado hijo en estado vegetal durante muchos años, para mí fue tan bueno que agradecí que su muerte se diera de esa manera.
Tener que ver a alguien tan alegre, activo, amoroso, fuerte e independiente conectado a aparatos para poder vivir, no puedo imaginar lo doloroso que es. O con secuelas irreversibles que cambiaran su vida y la de todo su entorno. Él no merecía vivir así. Y por eso decidió irse.
Cinco meses después, mi madre también murió. Sufría de varias patologías médicas que imposibilitaban su libre movimiento pero la más dolorosa de ellas, sin duda, la llevaba en su alma y era el dolor por la muerte de mi hermano. Habían pasado 3 meses de lo ocurrido con él cuando decidimos salir del país y visitar a mi hermano mayor.
El estado de mamá se empeoró. Durante el último de esos cinco meses, ella ya no nos reconocía y regresó a un estado de conciencia infantil según pienso, aunque con algunos momentos de lucidez. Al principio de la hospitalización de mi madre, pensé que ella estaría bien, pero conforme fueron pasando los días y al ver su estado, supe que no iba a superarlo.
Su enfermedad fue rápida. Nunca lo confirmaron pero creo que un cáncer muy agresivo hizo blanco en ella. Agradecí entonces no tener que verla sufriendo por años, dependiente en una cama y con el sufrimiento que ya llevaba en su alma. Murió rápida y calladamente. Se despidió de todos. Cerró sus ojos con una mirada de paz y tranquilidad y una sonrisa que me hizo pensar que todo estaría bien para ella al salir de ese cuerpo que ya no le sirvió más.
Y con mi padre pasó algo similar. Cuando descubrimos su cáncer, ya no había nada qué hacer, así que solo le administraron tratamientos paleativos y me dijeron que le diera a comer y beber todo cuánto quisiera. Apenas seis meses de vida le dieron y seis meses exactos vivió.
Sin embargo, los médicos indicaron que debíamos tener calmantes muy fuertes para él porque esa enfermedad, le daría una larga agonía que además, dentro de esa enfermedad, era la más dolorosa.
Eso no ocurrió. Mi padre, hasta 15 días antes de su muerte, fue bastante independiente. Los dolores espantosos que lo harían dar gritos, como todos nos dijeron, nunca aparecieron y aunque sí fue un proceso difícil, se fue con absoluta conciencia y además, sin grandes sufrimientos durante el proceso.
Esas muertes piadosas, jamás podrían ser un augurio de mala suerte. ¿Seguidas? Sí, pero de mala suerte ¡Nunca!
Una vez le respondí a alguien: «A todos se nos va a morir la mamá, el papá, los hermanos, los amigos. La diferencia está en que los míos se fueron juntos porque no podían vivir el uno sin el otro. Pero todos vamos a pasar por eso así que no, no es mala suerte. Es el proceso de la vida manifestándose».
Entonces, ¿Hay Buena Suerte?
A ver, soy de las personas que se niega a creer en probabilidades y azar, en castigos y venganzas divinas, en situaciones que se provoquen luego de que pases por debajo de una escalera o de que un gato negro se te cruce en el camino.
Obviamente, hay una que otra excepción a la regla, pero generalmente, no creo en buena o mala fortuna porque para mí, lo más mágico y real que existe en todo el universo, es el poder de la atracción.
Todo lo que ocurre en nuestras vidas, primero fue un pensamiento que causó una emoción y finalmente, se materializa como una acción en tu vida. Y todo esto sucede por la atracción de las energías, de las frecuencias vibratorias o por la Ley de Causa y Efecto, como quieras nombrarla.
¿Qué pasa? Que si estoy todo el día quejándome pues aunque tenga un paraíso frente a mis ojos, sencillamente, solo veré los motivos para ofrecer mayor cantidad de quejas y continuar así mi rutina de vida.
Suelo decir que alguna gente me da «Calor» y es una expresión que uso cuando encuentro en mi camino a personas que siempre tienen algo malo qué contar o decir. Todo en sus vidas es una tragedia porque no solo es lo que proyectan sino en lo que enfocan su atención total.
Conozco un caso que siempre relaciono con este tema de buena y mala suerte y se trata de una familia que toda la vida consiguió su sustento de los juegos de lotería y azar. Eran dueños de varios locales en los que se movía ese tipo de actividad y la verdad es que generaban una gran cantidad de dinero. Vivían muy bien, económicamente hablando.
Por circunstancias de la vida, ellos, que nunca habían participado en esos juegos que promocionaban y eran el sustento de su familia, comenzaron a jugar tambien pero además, a tener muy buena suerte, según decían.
Pues resulta, que así como tuvieron buena suerte, ésta se esfumó un día y sin previo aviso, con la pérdida millonaria no solo del dinero de los otros jugadores, sino incluso de sus ahorros.
En lugar de parar, continuaron asumiendo deudas cada vez más grandes con la intención de cubrir todo el dinero perdido, pero no tuvieron éxito en ninguna de las apuestas que decidieron hacer.
Como era de esperarse, pronto cayeron en banca rota y para resumir el cuento, debieron mudarse de noche para poder salir de su casa pues le debían enormes cantidades de dinero a muchas personas.
Años después, me encontré a la hija de este matrimonio y mi sorpresa fue que ella atribuyó todo lo que les había pasado a una muy mala racha pero además, a una cantidad de hechos supersticiosos que en nada tenían que ver con la irresponsabilidad que habían cometido en contra de quienes por años fueron sus clientes.
Además, el hijo mayor había muerto en un accidente y ese, si fue un duro golpe para ellos como familia.
Ahora, pregunto, ¿Crees que esto fue producto de la mala suerte? Yo no. Pienso que fue el resultado de una gran cantidad de errores, de malas decisiones y además, de las intenciones bajas que tuvieron.
Cuando escucho hablar a alguien de mala suerte, lo primero que pienso es cuáles son las causas de ella y generalmente, me encuentro con personas que tienen pensamientos y acciones de queja constante, de pesimismo y de enfoque total a los problemas de otros.
La palabra y el pensamiento son los creadores de todas las realidades que vivimos en nuestra vida.
Pero y ¿Yo qué hice?
La verdad es que las realidades ocurren y somos nosotros quienes decidimos cuánto nos afectan o la atención que vamos a darle a esas situaciones.
Cuando vives pensando que cada cosa que ocurre en tu día a día tiene que ver con tus acciones, entonces estarás en angustia, ansiedad y estrés constante, por lo que no te quiero ni contar qué es lo que vas a atraer a tu vida.
Hay una pregunta muy común en las personas que se adjudican una suerte peor a la de Calimero y esta es: ¿Qué hice yo para merecer esto?. Y esa, la verdad, es una muy buena pregunta si quien la hace es honesto consigo mismo y puede reconocer cuál es su verdadera actitud ante la vida.
Cuando analizas situaciones como la pérdida de un empleo, el término de una relación, la muerte de un familiar, accidentarse en un carro, que te mojes bajo la lluvia, que se te queme la comida o que alguien de confianza te traicione, entre muchas otras, te das cuenta de que éstas no tienen nada que ver con suerte sino con actitudes, biología y decisiones de los seres humanos, que dicho sea de paso, son cada uno un universo de complejidades.
Tocar fondo no significa que tienes mala suerte si no que hay cambios en tu vida, cierres de ciclos, realidades que deben transformarse, porque este universo está en constante movimiento y todo lo que se estanca, huele feo y tú no eres la excepción.
Los astros no se alinean a favor o en contra de nadie, simplemente están allí haciendo lo suyo y quien debes asumir las responsabilidades de tu vida y atreverse a respetar los cambios, eres tú. Más nadie puede asumir tu existencia.
Ser un observador pasivo y que se siente impotente ante los hechos implacables del destino, no es una opción para quienes son tildados de tener Buena Suerte. Ellos sencillamente, toman lo mejor de cada situación y deciden desprenderse del victimismo en el que los pesimistas deciden permanecer. Esa es la diferencia entre los afortunados y los desafortunados.
Muchos se vuelven dependientes del vicio de achacarle al destino su destino y con eso lo que buscan es convencerse de que hay una fuerza poderosa en el universo empeñada en que la pasen mal en la vida, cuando la verdad es que la más poderosa de las fuerzas y energías reside en sus mentes.
Entonces piensa si una persona indiferente ante lo que ocurre y le perjudica de algún modo puede salir de una mala racha. Mi respuesta es negativa. No puede, porque así como piensa que una energía macabra se empeña en destruirle, también se asegura de pensar que otra buena e imaginaria energía, lo sacara de ese trance y no es así como funciona.
Para todo en la vida debemos accionar. Repito, las circunstancias se presentan y se hacen realidad, pero es cada individuo el responsable directo de aceptar si se quejará eternamente de ellas o saldrá airoso de esa y muchas otras situaciones.
Nadie tiene una vida perfecta. Cada ser humano que se te venga a la cabeza, visible o invisiblemente, está lidiando sus propias realidades, así que por eso las comparaciones son chocantes. Tal vez quieras vivir la vida de alguien que en este momento está luchando una batalla peor que la tuya, pero que decidió transformarla silenciosamente, en lugar de hundirse con ella.
Atrae el éxito y todo lo demás llegará
Siempre digo que una persona exitosa no debe ser menospreciada con términos como buena suerte en su historial, pues cada ser humano constante y disciplinado tiene por supuesto, el éxito garantizado en su andar.
Sin embargo, esto no tiene que ver con fortuna sino con la modificación de sus realidades a través de sus pensamientos y acciones, de su empeño, de su constancia, de su decisión diaria de seguir alcanzando metas y cumpliendo proyectos.
Entonces, convéncete de que no hay fatalidades en tu destino. Comienza a darle su justo lugar a cada situación que ocurra y piensa que están ahí para sacar lo mejor o lo peor de ti y que no hay nadie más que tú con el poder de cambiarlas.
Fíjate que cuando estamos viviendo lo que algunos llaman Buena Racha, muchos de nosotros pensamos que estamos casi que alcanzando la cúspide de la felicidad y no nos detenemos a pensar que así como lo malo pasa, lo bueno también.
Hay una frase que me gusta mucho y que escribo y mantengo en muchos lugares visibles de mi entorno. Dice «Todo Pasa», porque cada vez que la leo, la escucho o la digo, me recuerdo a mí misma que el momento que estoy viviendo, sea positivo o negativo, también pasará y es una manera de pegar los pies en la tierra y entender que todo lo que vivimos es pasajero por lo que bajar los brazos nunca es opción.
La diferencia entre el éxito y el fracaso siempre será la constancia y el empeño.
Y eso, contrario a lo que puedan muchos pensar, no es pesimismo sino conciencia de entender que somos seres humanos en constante movimiento y que así como un día admiramos las rosas, otro día, nos herirán sus espinas. Y eso está bien porque nadie puede crecer dentro del bienestar eterno. No hay aprendizaje si no hay una situación que te lleve a madurarlo.
Entonces, una de las cosas que debes mantener presente es que la vida y sus constantes cambios te mostrarán realidades y que lo bueno y lo malo, siempre estarán ahí, turnándose para que entiendas y disfrutes de sus ciclos.
Te recomiendo que cuando pienses que todo te sale mal, de inmediato cambies tu pensamiento y recuerdes entonces todo lo que te ha salido bien y que tienes para agradecer. Es una buena manera de entender la vida y sus ciclos, y un extraordinario recordatorio para tu mente de que eres capaz de ser feliz a pesar de cualquier circunstancia.
Toma el control
Cada vez que sientas que una situación de Mala Suerte, llega a tu vida, lo primero que te recomiendo es que recuerdes que tienes elección sobre cada circunstancia que te rodea.
Hay personas que creen que no hay relación entre lo que ocurre y su comportamiento y entonces, deciden atribuir las causas de las dificultades al destino, a la mala suerte e incluso a las demás personas.
Por ejemplo, escuché a una señora contarme que su mala suerte comenzó con la infidelidad de su esposo y entonces le pregunté por qué una infidelidad traería mala fortuna en su vida, cuando es un hecho que en efecto, duele pero no tiene que ver con sus decisiones posteriores, que dicho sea de paso, fueron absolutamente inoportunas.
Claro que una traición y una infidelidad, son circunstancias duras, pero son eso, hechos en los que la decisión del actuar está en manos de cada uno. Si descubres una infidelidad y asesinas a tu esposo o a su amante, no es mala suerte, es una decisión irracional que tú y solo tú, decidiste tomar.
Recordé con esto último, la mala suerte que me contó tener un preso por homicidio que finalmente y luego de varios meses, fue detenido en la comandancia de policía a la que debí acudir para buscar la información en mis tiempos de reportera.
Éste muchacho había crecido en un hogar con bastantes limitaciones económicas. De hecho, su situación era de pobreza extrema. Su madre había muerto cuando aún era un niño de unos 6 años y su padre, debió trabajar duro en la calle para mantenerlo a él y a su otra docena de hermanos.
Me contó que a pesar de que todos sus hermanos fueron honestos y trabajadores, él decidió robar y drogarse, por lo que frecuentemente era detenido. Cumplía sus condenas y nuevamente, volvía a las calles a delinquir.
Sin embargo, se consideró a sí mismo como una buena persona, pues dijo que solo robaba para comprar sus drogas y no se metía con nadie.
Un día, llegando a su casa, que quedaba justo frente a una licorería, decidió acercarse a un grupo de personas que estaban allí celebrando un triunfo deportivo. Su intención era pedirles una cerveza.
Sin embargo, uno de los presentes, lo agredió verbalmente y de mala manera, lo empujó para que se fuera del lugar. Según me contó, él decidió irse pero este hombre, lo persiguió hasta la puerta de su casa y seguía insultándolo violentamente, debido a que estaba ebrio.
Ya en el frente de la casa, comenzaron a pelear a puños y golpes, pero como él iba «ganando», el deportista corrió a su carro y buscó un cuchillo de gran tamaño con el que lo amenazó y persiguió por toda la calle.
Las personas presentes le decían al deportista que lo dejara, que no había por qué llegar a tanto, pero éste, enfurecido, continuaba corriendo detrás de tu presa enceguecido por la rabia y el alcohol.
Por fin, logró sujetarlo y cuando iba a acuchillarlo por segunda vez, el ahora detenido lo empujó con tal fuerza, que el deportista terminó cayendo al piso y golpeando su cabeza con el borde de la acera. El resultado fatal fue instantáneo. Murió pocos minutos después.
El detenido huyó pues en su lógica, a pesar de que había muchos testigos del hecho, sintió temor por su vida pues nadie apostaría por él que era un drogadicto y ex convicto y estaba vivo, mientras que el deportista y hombre de trabajo, yacía muerto aún con el cuchillo en sus manos.
Cuando me contó todo esto quedé impresionada y me di cuenta de cómo su decisión, acabó siendo una desgracia para dos familias y lo lejos que estaba de la mala suerte que decía tener.
Cuando pienses que el Dios de la tragedia y el infortunio la tiene agarrada contigo, recuerda repasar las vivencias agradables que has tenido en tu vida y todo lo que tienes para agradecer.
Piensa en darle tu atención exclusiva a todos esos detalles que pueden salir bien, a todo lo bueno que puede dejar cualquier situación, independientemente de cual sea.
Hace poco, me dijo una amiga muy querida que no entendía como había gente tan insolente y maluca que en pleno funeral de sus familiares «supuestamente», más queridos, podía sonreír.
Entonces le respondí que en el funeral de mis padres y de mi hermano, no solo me reí sino que me carcajeé hasta el cansancio, obvio que no en todos los momentos, pero sí en aquellos en los que recordaba todo lo bueno y gracioso que había vivido con ellos.
No puedo simplemente borrar su existencia amorosa y divertida en mi vida porque ellos murieron. De hecho, el mayor tributo que puedo ofrecerles, es honrarlos desde el amor y la admiración que cada uno produce aún y hasta el final de mis días en mi existencia.
Y aunque ella se quedó pensativa y no respondió mayor cosa, prefiero ser feliz con mis decisiones cada día, que vivir pensando que la fatalidad me persigue y que la mala suerte me acompaña porque eso sí, sería una verdadera desgracia.
Cuando las cosas salgan no tan bien, piensa en recordar las veces que ese mismo destino que hoy juzgas, en muchas otras oportunidades te ha ofrecido su rostro más dulce, que el azar también te ha beneficiado y que el margen de maniobra que tienes en tu vida, es suficiente para cambiar la realidad.
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