Perdón y Olvido: Dos Herramientas que te Ayudan a Vivir Mejor
¿Puedes imaginar tener que vivir prisionero el resto de tus días sin opción de escapar ni siquiera dentro de tus sueños? ¿Sería insoportable pensar que la paz de tu vida sea oscurecida con una sombra que jamás te dejará solo?
Pues eso es justamente lo que ocurre con las personas que se niegan a perdonar, a olvidar, a continuar la vida sabiendo que las acciones propias y de otros son sencillamente muestras de quienes son y que, aunque en algún momento nos hayan perjudicado, solo pueden seguir haciéndolo si nos negamos a soltarlas.
Cuento esto porque fue un caso que seguí muy de cerca. Fue impresionante la cobertura en los medios y el país estaba detenido prácticamente, esperando el desenlace de esa historia.
La madre de los niños, concedió varias entrevistas a los medios de comunicación, suplicando a los captores que le devolvieran a sus hijos, así como al trabajador, sanos y salvos. Su temple era increíble.
Cuando se anunció el desenlace fatal de la historia, todo el país lloraba. Sin embargo, esa madre que escuché pedir por la liberación de sus hijos, fue la encargada, con sus palabras, de dar fuerzas a todo un país. Habló de perdón. Perdón hacia quienes le arrebataron la vida a sus hijos.
No quieras cargar tanto peso
Aunque han pasado más de 16 años desde aquella tragedia, aún al escribir estas letras, mi piel se eriza. Como madre, no puedo siquiera imaginar el dolor, la desesperación y el desconsuelo de quien pierde a un hijo. Mucho menos, si se trata de tres.
En aquél momento, cuando escuché las palabras de esta mujer, quien ofreció un discurso mediano a los compañeros de estudios de sus hijos a través de una llamada telefónica a un canal de televisión, lloré también yo.
Su voz pausada, firme, llena de oraciones y de fe, me hizo creer que realmente era una mujer muy fuerte. Tiempo después, entendí que le habían arrebatado parte de su vida, pero no perdió su paz y por eso, decidió perdonar.
Nada de lo que hiciera, nada de lo que dijera o exigiera a las autoridades le iba a regresar la vida a sus hijos, ni siquiera, la muerte de sus victimarios. Sus cuerpos, después de 38 días de cautiverio, habían sido liberados para que al menos, les dieran digna sepultura.
Me costó entender lo que esa mujer había entendido de manera tan injusta, abrupta y violenta: El odio, el rencor, la rabia y la tristeza, solo la perjudicarían a ella aún más de lo que ya la habían perjudicado los delincuentes.
Y es que en la vida, en nuestro diario vivir, encontramos muchas veces personas que nos hacen daño sin razón alguna, personas que nos traicionan, que nos persiguen, que nos agobian y que con sus acciones directas, nos perjudican, y eso, nos pasa ha pasado a todos al menos una vez en nuestro andar.
Sin embargo, he aprendido a lidiar con estas emociones pero no desde lo que pueda destruirme, sino, desde el perdón y el olvido.
En mi transitar, le he tendido la mano a muchas personas que luego y sin razón, se han vuelto en mi contra y claro que me ha dolido, y claro que muchos me han hecho daño, pero una vez que lo sé, decido perdonar, olvidar y seguir.
No hay razón ni posibilidad alguna de mantener en mi vida, ni siquiera con odio, a quien ha actuado en mi contra con plena consciencia, con intención, con saña y en algunos casos, con maldad.
Odiar, significaría dar un lugar en mi vida a quien no lo merece, pero además de todo, enfermarme de resentimiento en contra de alguien que actuó siguiendo su naturaleza, solo me hará daño a mí. Eso, no lo permito.
Por eso siempre digo que soy lapidaria y que cuando alguien sale de mi vida, lo hace por la puerta grande y para nunca más volver. De hecho, hasta se me olvidan sus existencias.
Algunos pueden pensar que esto es una manera de evadir mis emociones, de hecho, hasta le han puesto nombre a mi actitud, dicen que se llama Inmadurez Emocional, yo prefiero llamarle Paz Mental, porque quién sale de mi vida por los motivos que ya antes mencioné, sencillamente, en mi mundo desaparece.
Odiar solo hace daño a quien odia y nadie, absolutamente nadie, ha sido tan importante en mi vida como para otorgarle ese privilegio.
La Magia de Perdonar
Todos los seres humanos, necesitamos perdón y perdonar. Y ojo, esto no significa que debas quedarte al lado de alguien que te ha herido, lastimado, humillado o denigrado. De ninguna manera. Tampoco significa que debas ser amigo o continuar al lado de esas personas.
Cuando perdonas a alguien, lo sepa o no, la liberación es tuya y no suya y eso es algo que debes entender para que puedas experimentar el maravilloso proceso de purificación que llega a ti cuando por fin, cierras un ciclo y una herida que ha estado abierta.
La carga que llevas cuando el dolor, el rencor, la rabia o la tristeza que te causó alguien con un comportamiento o acción hacia ti, no es suya sino que por el contrario, te pertenece hasta que decides liberarla.
Conozco personas que han vivido toda su vida en amargura por un hecho que les sucedió en el pasado y que no han podido superar. Claro que los seres humanos estamos expuestos, por nuestras relaciones personales, a las conductas de otros, sean del tipo que sean pero lo que decidimos hacer con esas acciones, es lo que hace la diferencia.
Cada quien vive a su modo y busca vivir y sobrevivir según sea el caso. Nadie merece una traición, nadie merece ser apuñalado por la espalda pero todos estamos expuestos a que nos ocurra.
De hecho, cuando piensas mejor, entiendes que todos los seres humanos, por la razón que sea, en algún momento hemos lastimado a alguien porque somos imperfectos, porque a medida que nos desarrollamos, nuestro ego, prejuicios, juicios y cultura, así como nuestras propias experiencias hacen que cometamos errores, así que no podemos vernos a nosotros mismos como perfectos.
Pero supongamos que muchos de nuestros errores no tienen que ver con intenciones oscuras sino con eso, situaciones que ocurrieron y que en algún momento no supimos como manejar y terminamos no solo dañando a otros si no a nosotros mismos.
Entonces, en este caso, el más importante de los perdones tiene que ver con la compasión con la que te veas a ti mismo pues muchas veces, queremos inmolarnos, culparnos, martirizarnos por algo que ya ocurrió y que ni con todo el arrepentimiento del mundo, podemos cambiar en la realidad.
El perdón es una manera de premiarte por lo que tú mismo y otros te han hecho. Es una manera de limpiar tu existencia de eso que no te mereces cargar a cuestas y que no significa siquiera, que debas enfrentarte a la otra persona para hacerle ver tu dolor. No.
Porque es que el acto de perdonar no tiene que ver con la otra persona sino contigo, con tu propia capacidad de sacar de tu vida las emociones y sentimientos que nacieron con la acción de otros.
De hecho, siempre he dicho que amar y perdonar, son decisiones que no deberían tomarse desde lo emocional sino desde la lógica, desde el bienestar que te producen, desde la paz que te deja y no desde esa mezcla de sentimientos con las que muchas veces lo asociamos.
Imagina por un instante a alguien que te ha hecho algo que sientas que no puedas perdonar, Imagina ahora, tratar de herirle de la misma manera que esa persona te hirió y entonces responde: ¿Se ha ido el dolor que te causó? ¿Puedes vivir en paz con lo que has hecho? Si la respuesta es sí, debes revisarte muy profundamente.
Lo que te haces a ti
Conozco muchos casos de personas que han vivido presa de odios y resentimientos por comportamientos que otros han tenido con ellos. Increíblemente, siempre le descubro la mirada a quienes tienen la tarea del perdón pendiente, pues por lo general, son seres que se notan cansados y enérgicamente, pesados.
Hace un tiempo hablé con una mujer a quien crecí viendo. Su cara siempre de amargura, sus expresiones duras y directas, su coraza, parecía indestructible.
Un día, por cosas de la vida, coincidimos en un lugar y dentro de la conversación, tocamos el tema de pareja. Es de destacar que ella es mayor que yo por unos 20 o 30 años.
Al entrar en materia, ella comenzó a maldecir su vida y su suerte. Sé que ha sido una mujer muy trabajadora que luego del abandono de su pareja, hacía más de 20 años, debió asumir sola la crianza de sus hijos.
Ese odio se lo había transmitido a sus hijos, quienes no podían siquiera nombrar a su padre porque ella los acusaba de traidores y otra cantidad de improperios.
Hasta ese momento yo sabía que su historia de amargura, comenzó una mañana,en la que ella despertó y sencillamente, su esposo no estaba.
Ella pensó que solo había salido y que más tarde volvería. Esa noche, angustiada porque él no llegaba, revisó el armario para darse cuenta de que la ropa de él no estaba. Ella tenía casi 9 meses de embarazo y una pequeña niña de unos 4 años.
Con el paso de los días se enteró de lo ocurrido. Él se había ido del país, hacia Estados Unidos y los abandonó. Nunca más regresó, ni se comunicó con ellos, ni tuvo responsabilidad alguna. Ella la pasó muy mal.
Mi madre era amiga de su hermana, así que supe la historia de primera mano. Yo tendría unos 10 años. Ella ya pasaba de los 30.
Cuando surgió la conversación a la que hago mención, ya habían pasado unos 20 años de lo sucedido y ella aún, emanaba el veneno de ese rencor que sentía por aquél hombre.
Pero ese día fue diferente. Comencé a hablar de mí, de una de mis experiencias de perdón y olvido y de cómo, hasta ese momento, continuaba comunicándome con esa persona. Me dijo que no era capaz de hacer eso.
Recuerdo que le dije: Si dejo que se lleve mi paz, no solo le entregaré ese tiempo pasado sino además, el futuro. Ella me miró callada y yo continué hablando y explicando por qué había decidido perdonar en lugar de odiar.
Me dijo que era incapaz de hacerlo. Le respondí que en algún momento, todo ese peso que llevaba, todo ese veneno, la terminaría ahogando a ella y también le sugerí perdonarlo a través de una carta que ni siquiera debía entregarle. Ella permaneció en silencio.
Días después, coincidimos nuevamente y esta vez, fue a sentarse directamente cerca de donde yo estaba. Prendió un cigarrillo y me miró fijamente. Me dijo entonces que había hecho lo que le recomendé y que se había dado cuenta de muchas cosas que antes, no había podido siquiera, pensar.
Ella había estado casada antes de ese matrimonio. Se casó ilusionada y enamorada de quien para entonces era el amor de su vida. Vivieron los primeros años bien según ella pensaba, pero un día, todo terminó.
Dijo que no le hacía falta nada, que él era un hombre amoroso, pero como ella había crecido en un hogar muy tóxico, con una madre que siempre estaba celando a su padre, quien tenía una familia paralela, ella pensaba que su esposo también iba a ser igual.
Además, su madre, expresaba su frustración rompiendo objetos en la casa y ella, aprendió de ese ejemplo. Cuando repitió varias veces esa conducta en su nuevo hogar frente a su esposo, él le dijo que no iba a tolerar ese comportamiento, el cual por cierto, para ella, era normal o así lo veía. Entonces, en un ataque de malcriadez, ella decidió dejarlo y no volver a hablarle nunca más. Él, no hizo el más mínimo intento en buscarla luego de eso.
Entonces, amargada y creyendo ser una víctima, comenzó la relación con el hombre que posteriormente la abandonó, pero mencionó que él se enamoró de ella y de su amargura. Se había convertido en una persona tóxica y este hombre, había tratado de endulzar sus días, pero tampoco lo había logrado.
Por esos días, antes de hablar conmigo, ella consiguió el número de teléfono de quien había sido su primer esposo y no solo le pidió perdón sino que me dijo que tuvo que colgar la llamada muchas veces porque no podía hablar debido al llanto. 20 años contenidos de lágrimas.
Él fue muy dulce con ella, sin embargo, ya tenía otra familia. Pero en esa conversación, la tranquilizó tanto que ella decidió escribir para su segundo esposo. Esa carta no la entregaría pero, al menos le serviría de desahogo.
12 páginas escribió, no solo perdonándolo sino también pidiéndole perdón por su comportamiento con él. También escribió una para sí misma.
Ese día mientras hablamos, lloró desconsolada. No había una razón en especial. Creo que limpiaba su alma de tantos sentimientos y emociones acumuladas durante toda su vida.
En este caso, ella necesitaba perdón, no solo hacia quienes la habían abandonado, sino, hacia ella misma y hacia quienes le hicieron creer en algún momento que tenía razón.
Muchas veces me ha dicho que su vida cambió después de esto que cuento y no lo dudo, porque aunque sigue siendo una persona con carácter muy fuerte, se ha sensibilizado en algunos puntos de los que pensé, nunca la escucharía hablar.
El perdón en este caso iniciaba con ella misma, pero además con la aceptación de sus propios errores para entonces deshacerse del papel de víctima que la había atormentado durante toda su vida.
Hay algo que espero que no olvides y que tiene mucho que ver con este tema. Hay personas que nos hacen daño, que a pesar de las intenciones que tengamos de perdonarles, no dejan de molestar y esa es una situación con la que no es para nada fácil lidiar, especialmente, si no hay manera de sacarlas de tu vida.
En este caso, que por cierto, es más común de lo que crees, debes saber que no puedo recomendar a nadie que se quede al lado de quien frecuentemente está accionando en su contra, pero sí puedes alejarte lo más que puedas, al menos, emocionalmente.
Pasa mucho con padres, hermanos o hijos que tienen conductas que dejan mucho que desear. Ese tipo de relaciones en las que el afectado tiende a pensar que no puede huir de su lado y es muy frustrante.
Cada vez que me entero de un caso de estos, les digo a las personas que si definitivamente no pueden poner distancia física, al menos traten de entender a estas personas desde lo emocional.
Son personas que generalmente están enfermas de odios, de soberbia, de arrogancia y especialmente, de miedos, por los que es muy difícil que cambien su comportamiento. No les importa quedarse solos aunque le tienen miedo a la soledad.
Cuando los entendemos así, como personas enfermas y discapacitadas emocionalmente, logramos cambiar nuestra percepción sobre ellos y aunque hay casos de casos, de alguna manera, podemos salir adelante.
Igual, perdonándoles, mirándoles como seres cuyas existencias necesitan aún más perdón del que nosotros podemos ofrecerles y aunque sé por experiencia propia que es una situación bastante dura, es bueno que pienses que nada dura para siempre y en algún momento, las cosas cambiarán para ti.
Yo mientras tanto te dejo un artículo en el que hablé de este tipo de personas y que puedes leer al darle click a la frase subrayada Vampiros Emocionales: Aprende a Reconocer a Quien Te Roba La Energía Vital – Astroencuentro
I appreciate the commitment you put into researching and presenting evidence for your points. It adds credibility to your notions.
Thank you for your comment