Momias de Buda: Los sacrificios por el Nirvana

¿Te imaginas tener tanta fe en alcanzar la trascendencia de tu alma que tu último acto para demostrar fe y abnegación sea convertirte en una momia viviente? Pues bueno, eso es lo que hicieron durante muchos siglos los monjes budistas conocidos como los Ascetas del Shugendo en Japón.

Al parecer, alcanzar el estado pleno de conciencia, no era suficiente para ellos así que estos monjes decidieron comenzar un proceso de momificación estando vivos y conscientes de cada uno de sus actos.

La autodisciplina así como el dominio total de las emociones y sensaciones es un punto que llama poderosamente la atención en toda esta historia, pues ciertamente estos hechos no eran inducidos por nadie más, sino que al contrario, era una decisión propia que culminaba el proceso de elevación del alma.

La mayoría de los hombres que decidieron momificarse durante varios siglos de esta manera, regularmente estaban en un rango de edad entre 30 y 50 años, así que hoy vamos a estudiar un poco más acerca de la vida y muerte de estos budistas que buscaron la elevación de su espíritu y cuyas aterradoras tradiciones, fueron prohibidas en el mundo oriental. ¡Comenzamos!

Sokushinbutsu: La auto momificación

Aunque la verdad es que es escalofriante y tal vez aterradora esta tradición, es una realidad que vivieron personas que por sí mismas decidieron practicarla creyendo que con esa preparación previa, alcanzarían a ser como sus dioses y que estarían más cerca del Nirvana.

La palabra Sokushinbutsu significa Auto momificación y ese ritual no era practicado por estos monjes de un día para otro, sino que llevaba un proceso previo en el que el sacrificio, la alimentación y especialmente, la meditación como centro de todo, los llevaba a esos niveles tan anhelados.

Al parecer, la historia comenzó luego de la muerte de Kūkai, quien fuera un monje muy famoso y fundador del budismo Shingon. Él se hizo célebre no solo por ser poeta y artista, sino porque según cuenta la leyenda, no murió.

Kukai es también conocido como Kōbō Daishi y entre las creencias de la escuela Shingon, se dice que su vida no finalizó sino que cuando estuvo cerca de la muerte, se arrastró hasta su tumba y una vez allí, entró en un estado de meditación profunda, por lo que sus seguidores aseguraron que no estaría muerto sino en esta especie de trance espiritual.

Ese monje vivió entre los años 774 y 835, pero sus fieles seguidores creen que realmente él sigue vivo por lo que su humanidad descansa en un mausoleo, en la cima del Monte de Koya en Japón, desde donde se cree, saldrá en cinco millones de años para conducir a las almas hacia el Nirvana.

Por supuesto, luego de conocerse su historia, una gran cantidad de monjes pertenecientes a la secta Shingon, quisieron imitar a quien tomaron como su líder espiritual, por lo que a partir del año 1081, iniciaron las prácticas de auto momificación.

Para lograrlo, comenzaron un ayuno prácticamente absoluto con la intención de desprenderse de su grasa corporal, así como de la musculatura de sus cuerpos. Esta práctica fue llamada Sokushinbutsu y además de la no ingesta de alimentos, también está basada en la meditación profunda.

Los monjes practicantes del Shugendō, se momificaban en vida pues creían que su no-muerte era un acto de salvación para toda la humanidad. Así demostraban su pasión por la pureza, la trascendencia y la vida después de la muerte.

Cuando se habla del año 1081 como inicio de las prácticas de auto momificación, se establece de esa manera porque la primera constancia escrita de uno de estos rituales data de esa fecha y fue atribuido a Shojin, un hombre que intentó imitar a Kobo Daishi y terminó enterrándose vivo.

Sin embargo, su intento fue fallido, pues sus discípulos recuperaron su cuerpo corrompido y en estado de descomposición, por lo que no hubo éxito en las maneras que había propuesto.

Al parecer, dos siglos después de su muerte, alguien más rescató la tradición y se produjeron más de un centenar de intentos de auto momificación con los que se fueron mejorando las técnicas que debían usarse. Algo macabro si piensas en la cantidad de gente que murió enterrada viva. Eso sí, bajo su voluntad personal.

Una de las particularidades con las que más debieron luchar estos monjes shingonistas para que hacer exitosas sus momificaciones, fue sin duda el clima, ya que en Japón, éste es cambiante y en una temporada es húmedo mientras que en la otra es caluroso, lo que sin duda alguna jugaba un papel importante y de riesgo debido a la proliferación de hongos y bacterias que llegaban a los cuerpos y los destruían.

Se sabe que entre los años 1081 y 1903, solo unos 16 shingonistas lograron la hazaña y se momificaron a sí mismos y aunque probablemente, el número de intentos fallidos y exitosos haya sido superior, no se han encontrado hasta el momento más registros o restos.

Los monjes ascetas Shingon creían en que su sacrificio podía servir para ayudar a los demás.

Los cielos del Budismo

Los monjes shingones se ocasionaban todo este sufrimiento pues pensaban que esto les permitiría ir al Cielo Tushita, que es uno de los cielos del budismo. En ese cielo, según sus creencias, solo puede entrar el espíritu, por lo que la presencia del cuerpo es de vital importancia para que a él regresen y por eso debe preservarse en un perfecto estado de conservación.

El Budismo cree que en el Cielo Tushita las almas pueden disfrutar de una vida de millones de años, pero su cuerpo debe estar perfecto porque es el contacto, por decirlo de alguna manera, con el mundo de los vivos. Si éste se perdiera, no se podrían proteger ni concederles deseos a los vivos antes de que sus almas entren nuevamente en el ciclo de la reencarnación.

Se cree que la mayoría de los casos de auto momificación, se produjeron especialmente en épocas de hambre y de epidemias, pues muchos de estos monjes tomaron esta decisión con la intención de proteger al mundo de los vivos, intercediendo en el Cielo Tushita.

Tushita es uno de los seis deva-mundos del Kāmadhātu, situados entre el cielo de Yāma y el cielo de Nirmāṇarati y es una tierra pura en la que se hace meditación y se alcanza la Budeidad, que es una cualidad que se encuentra en todos los seres y que les permite llegar a la Iluminación.

Se cree que el Tushita también es la Tierra Pura, que es el lugar donde vivía Siddharta Gautama, el creador de los principios del Budismo y de las Nobles Verdades, antes de renacer en la tierra.

Esta Tierra Pura es una especie de reino habitado por seres divinos, tal cual sucede con los demás cielos. Se cree además y según un extracto del Pali Canon, el libro sagrado del Budismo, que el tiempo en ese cielo no es igual que en la tierra.

«Lo que para un hombre es cuatrocientos años, aquí, significa una noche y día de los devas de Tushita, su mes tiene treinta de esos días, un año tiene doce de esos meses; la vida útil de los devas de Tushita es cuatro mil de esos años divinos».

¿Cómo se alimentaban?

La verdad es que la dieta que consumían quienes querían momificar su cuerpo, era bastante deficiente, pero así debía ser porque esa era la manera en la que iban preparando sus cuerpos para la meta final que era la de preservar sus humanidades incorruptibles.

Esta dieta se basaba prácticamente en comer árboles, eliminando cualquier tipo de animal de su menú y repitiendo este proceso día tras día hasta contarse mil días. Sí, durante mil días estas personas lo único que ingerían eran semillas de árboles que podían encontrar en las montañas.

Esta disciplina alimenticia, solo permitía que los monjes comieran raíces, brotes germinados y frutos secos, incluso cortezas de árboles y espinas de pinos, las cuales podían ser parte de su dieta.

Aparentemente, estos alimentos los proveía de fortaleza espiritual, pero además, y aquí va una de las razones de mayor importancia para ellos, con ellos se aceleraba el proceso de quema de grasa corporal, lo que reducía, obviamente, la musculatura y provocaba una deshidratación extraordinaria, y además, se mantenía intacta la flora intestinal.

Esta fue la manera que encontraron de convertirse en cadáveres vivientes, pues por su extrema delgadez, la piel se pegaba a los huesos, que realmente era lo que ellos buscaban con toda esta extraordinaria preparación en la que se aseguraban que sus cuerpos no se descompusieran después de la muerte.

Una vez que finalizaba la etapa de los 1000 días de dieta, se consideraban espiritualmente listos para iniciar el estado de meditación.

Como dato curioso, quiero que sepas que la mayoría de los monjes que hoy en día están momificados llegaron a permanecer con esta dieta hasta tres mil días

Se acabó la dieta

Ya finalizada la preparación de los cuerpos con este régimen de alimentación, los monjes comenzaban un ayuno infinito que solo rompían con la ingesta limitada de agua salinizada. El resto de su tiempo era para meditar y prácticamente, esperar el momento de la muerte.

Sin embargo, se cree que algunos de estos monjes también ingirieron una infusión de un arbusto llamado Toxicodendron verniculum, cuya corteza contiene un veneno que hace que quien lo toque se seque.

De ser así, este liquido no solo les habría provocado vómitos para que su cuerpo se deshidratara, lo que además, les aceleraba la muerte sino que además, dejaba el cuerpo en mejores condiciones para evitar la proliferación de bacterias que provocaran su descomposición.

Otra teoría indica que al menos, los monjes de la prefectura de Yamagata, tuvieron un mayor número de casos exitosos con sus momificaciones, y esto al parecer, tiene que ver con el agua que bebían, la cual provenía del manantial sagrado del monte Yudono y que recientemente se descubrió, contiene cantidades mortales de arsénico.

Como sabrás, el arsénico es veneno muy potente que permanece en el cuerpo tras la muerte y esto, obviamente impide la proliferación de bacterias necrófagas, al igual que la infusión urushi.

El toque de la campana

Quizás el tiempo más temido y oscuro de todo este proceso tenía que ver con el momento en el que el monje y futuro buda momificado, presentía su muerte, pues debía avisar a sus compañeros, quienes lo sentaban en posición de loto dentro de una caja de madera de pino en la que introducían una caña de bambú para que el voluntario pudiera respirar.

Después de esto, que posiblemente ya haya iniciado en ti una sensación de claustrofobia, la caja con el monje vivo era enterrada a tres metros de profundidad, en una especie de cámara construida con piedras y que además era rellenada con carbón.

Luego de esto, era dejado allí para que su proceso de meditación continuara y de vez en cuando, debía hacer sonar una campana para indicar que aún estaba con vida. Cuando la campana dejaba de ser escuchada por los demás monjes, se preguntaba en varias oportunidades al monje encerrado si aún estaba vivo.

De no recibir respuesta, la tumba era abierta para confirmar la muerte del Buda y luego de esto, se extraía la caña de bambú para proceder a enterrarlo nuevamente pero esta vez, sellando la tumba.

Otros mil días debían pasar, y entonces, la caja era nuevamente desenterrada para revisar si había rastros de putrefacción y si éstos no eran encontrados, se le declaraba un verdadero Sokushinbutsu y se consagraba en un lugar del templo para ser adorado como un Buda viviente.

En caso de que su cuerpo estuviera corrompido, se le hacía un homenaje por su esfuerzo y se le enterraba en un cementerio común con el resto de los monjes fallecidos que tampoco habían logrado la increíble hazaña.

Es de destacar que cuando se declaró al budismo una religión separada del sintoismo, (que era la religión ordinaria de los japoneses), el Emperador Meji prohibió esta práctica por considerarla una superstición y además, aprobó una ley que prohibía incluso abrir las tumbas de los monjes que se encontraban en el proceso.

Tras ser prohibida la práctica Sokushinbutusu, muchos de los monjes que se encontraban en pleno proceso de preparación lo abandonaron y murieron años después por causas naturales.

La última persona que se convirtió en Sokushinbutsu fue un monje llamado Bukkai, quien llegó a ese estado de manera ilegal, pues cuando murió, habían pasado mas de treinta años de la prohibición hecha por el Emperador.

Aunque llegó al estado nyūjō en Yamagata, sus restos descansan actualmente en el templo Kannonji en la vecina prefectura de Niigata.

Aún quedan momias vivas

No es fácil precisar el número de momias vivas que actualmente son preservadas en Japón, especialmente después de saber que estas prácticas se llevaron a cabo durante muchos siglos y de una manera muy humilde, por decirlo de algún modo, por lo que es probable que las montañas de Yamataga estén repletas de monjes enterrados aún en sus tumbas y cuyo sacrificio ha quedado olvidado para siempre.

Actualmente, solo se cuentan dieciséis Momias Vivas, las cuales se conservan en perfecto estado y que son veneradas por monjes y turistas en algunos templos shinganistas de Japón.

En la prefectura de Yamagata, en la región de Tohoku, al noreste de Japón, se encuentran ocho de ellas, ubicadas en templos budistas, donde los fieles las veneran y es posible visitarlas.

Todas se encuentran sentadas en la misma posición de loto en la que murieron durante su meditación y han sido vestidas con ropas suntuosas y tradicionales. Sus rostros carecen de ojos y su piel es oscura y con aspecto de cuero. Algunas de ellas sostienen rosarios en sus manos cadavéricas.

Los budistas creen que al exhibirlos, se logra entender el misticismo, tal vez exagerado, que sentían y por el que llegaban a dar su propia vida por los demás.

La historia de Shinnyokai

Shinnyokai Shōnin fue un monje que comenzó a prepararse a los 20 años de edad, consternado por saber y ver el sufrimiento y agonía de la gente.

Esto lo llevó a querer convertirse en Buda viviente, con la intención de proteger eternamente a las personas. Tanto fue así, que decidió quitarse su ojo cuando se enteró de una enfermedad de la vista que se estaba extendiendo por las aldea y que dejaba ciega a la mayoría de la población.

Actualmente, la momia de Shinnyokai se encuentra en una pequeña sala en un templo importante de Budistas, donde cada seis años se celebra un ritual en el que se cambian las elaboradas y vistosas túnicas y se cortan las anteriores en pequeños cuadrados que se guardan en bolsitas de seda que después se venden como amuletos.

La Momia de Liuquan

Recientemente, los investigadores hallaron una estatua de Buda, con los restos momificados de un monje que falleció hace unos 1000 años.

En la actualidad, esta se encuentra expuesta en el Museo de Historia Natural de Budapest y según se ha podido saber tras haber sido escaneada en 2013 y en 2014 con una tomografía computarizada, los restos mortales pertenecen a un hombre de entre 30 y 50 años de edad, cuya piel y músculos se encuentran perfectamente conservados.

Este es el primer caso de una momia viviente hallada dentro de una estatua, según explicaron los paleontólogos, quienes aseguran que es un descubrimiento extraordinario.

Como en los otros casos, se pudo conocer que este monje, quien aparentemente era un maestro budista, literalmente murió de hambre luego de someterse al ritual para convertirse en momia viviente.

Sin embargo, la diferencia con las otras momificaciones budistas, es que se cree que los otros monjes secaron su cadáver al exponerlo al fuego y luego, durante varias décadas fue exhibido en la posición de loto como un ejemplo de devoción, probablemente en un monasterio de China o del Tíbet, según creen los investigadores.

En un texto hallado junto a la momia, se deja ver que este buda es Liuquan, un maestro budista venerado en su tiempo y por eso, su cuerpo se preservó dentro de una estatua dorada de Buda.

Tal vez sin saber en realidad de qué se trataba, en 1996, un coleccionista privado compró la estatua y su extraño contenido fue descubierto durante una restauración de la misma.

Uno de los hallazgos más curiosos con el que dieron los investigadores fue descubrir, tras realizarle una endoscopia, que la momia no posee sus órganos internos, por lo que se cree que estos fueron sacados y reemplazados por pequeños trozos de papel con escrituras chinas.

No se descarta que el monje hubiese muerto dentro de esa estatua, en lugar de en una caja de madera como en los otros casos.


Luego de conocer la historia de estas momias vivientes, realmente me pregunto si todo este proceso al que asistieron por voluntad propia, más que un ritual por la elevación de su alma, se trata de una manera de vivir que en muchos años, el hombre actual sería incapaz de realizar.

y tú, ¿Qué piensas de estos sacrificios auto infligidos? Te dejo un artículo que escribí sobre el Budismo: Alcanzar el Nirvana para liberar tu alma – Astroencuentro

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