¿Egoísta Yo?: Lo que Sucede Cuando Comienzas a Ocuparte de ti
Hace días tuve una conversación con mi hija con respecto a un tema que considero muy delicado pues hay una brecha muy pequeña que lo separa de lo que llamo Indiferencia.
Y es que traté de explicarle a mi adolescente de 15 años que lo mejor que puede hacer en su vida es estar pendiente de sus propios asuntos porque es lo que haga por ella misma lo único de lo que será responsable en su vida.
Por supuesto, hay una parte más y es que desde que fue muy niña, tanto a ella como a su hermano los he criado para que sean solidarios con las personas que piensen que lo necesiten, para que sean respetuosos de los procesos de otros y para un montón de cosas más que espero le sean útiles en su vida.
Sin embargo, en algún momento del camino, mis palabras o acciones fueron malinterpretadas por mi hija, quien se convirtió en una especie de angustias que sentía el deber de ser responsable de las crisis afectivas y emocionales de sus amigos.
De este tema estaré hablando hoy, pues, aunque muchos le llamen egoísmo, la primera y única persona por la que debes sentirte responsable en la vida, sin duda, eres tú mismo. Ya te explico la razón de mi pensamiento, así que ¡Comenzamos!
No Eres Egoísta
Ciertamente, soy defensora del respeto, la tolerancia y del silencio. También, aplico en mi vida la Ley del Bienestar, que la verdad es que no sé si existe bajo otro nombre, pero es una invención mía que uso para estar o no, dependiendo de la calma que pueda sentir en un ambiente o rodeada de algún grupo de personas.
Esta última ley, que repito, tal vez sea una genialidad ya conocida por la humanidad bajo otro nombre, me ha permitido no solamente disfrutar de mi soledad, sino, además, hacerme responsable de lo que sucede en mi vida y, además, me hace ganar experiencias y aprendizajes.
Muchas de esas veces, debo confesar, terminé siendo utilizada por personas que solo querían ver solución inmediata a sus problemas pero que no movieron ni un músculo para cambiar sus realidades y hacerlas mejor a futuro.
A ver si me explico. Uno de los casos que me sucedía con frecuencia es que yo era capaz de percibir el potencial en las personas, entonces, me sentía responsable por hacer que ellas lo supieran y explotaran esas cualidades, para que, de esa manera, pudieran mejorar su realidad.
Lo peor es que fui de ese tipo de personas que se agarran los problemas de otros para sí mismos, así que no solo tenía que librar mis propias luchas, sino que, además, me desgastaba tratando de ordenar la vida de personas a quienes, en muhos casos, ni siquiera les interesaba salir de las situaciones en las que estaban.
En este momento, recuerdo particularmente el caso de una muchacha a quien le tuve mucho aprecio y quien tuvo un accidente automovilístico en el que perdió la vida su hermana mayor.
Recuerdo que esa tragedia me tocó en lo personal porque ambas eran muy cercanas a mi vida, y, de hecho, la chica fallecida cuidaba de vez en cuando a mis hijos mientras yo tenía que trabajar.
Cuando me enteré del accidente, me trasladé a la casa de estas muchachas de inmediato y ahí, dando gritos por el dolor del cuerpo, pero, además, del alma, me encontré a quien llamaré Pilar para no entrar en detalles.
Resulta que Pilar y su hermana, habían estado bebiendo con un grupo de amigos hasta amanecer pues era un día de celebración.
Lamentablemente, ya con el sol alumbrando el nuevo día, decidieron ir con sus amigos que también estaban bajo los efectos del alcohol, a comer en un sitio medio cercano, pero al que debían llegar a través de la carretera.
Obviamente, la mezcla de alcohol, exceso de velocidad e imprudencia, fue mortal esa madrugada y su hermana, terminó siendo la única víctima fatal del accidente.
Nadie sale a celebrar para querer matarse en el camino, creo que ni siquiera ellas, con todas esas alarmas de imprudencia prendidas sobre sus cabezas, lograron advertir el peligro que corrían porque nunca se piensa que las tragedias pueden tocarnos, hasta que nos tocan.
Sin embargo, el desenlace fatal abrió otra serie de fatalidades que yo decidí, voluntariamente, asumir.
Lo que nos toca
Una vez que vi a Pilar, supe que necesitaba ayuda y decidí entones, dársela. Estaba muy golpeada y con dolores en todo el cuerpo. Había recibido más de 50 puntos de sutura en su rostro, pero, además, me pareció que no había recibido una buena atención médica.
Decidí entonces, hacerme cargo de ella y llevarla a una clínica en la que revisaran minuciosamente su cuerpo. Como lo sospechaba, debían hacer nuevos estudios, los cuales, costeé sin reparo.
Además, también compré todos los medicamentos que recetaron los médicos y como si no fuera suficiente, la llevé a hacerse más y más estudios que me parecía, que su familia, quienes eran muy humildes, no tendrían cómo costear.
Asumí, además, llevarla y traerla del seguro social pues debía mantener su puesto de trabajo en una institución pública, así que fueron muchos los viajes y trámites que diligencié con ella.
Su madre y hermana, así como sus hijos, me llamaban constantemente para pedir que comprara esto o aquello o, de hecho, que consiguiera un vehículo para trasladarla a algún sitio para un nuevo estudio de su columna y cuello.
Así que además de mis dos hijos, mi relación laboral y de pareja y de la vida diaria, continuaba preocupándome y costeando la mayoría de los gastos que tenían, incluso de comida.
Una noche, fui a llevar unos medicamentos y al llamar a la puerta de la casa, salió la mamá de la muchacha. Una señora bastante humilde, por cierto. Me indicó que Pilar no estaba. No entendí cómo había podido salir si hacía pocas horas me había escrito pidiéndome calmantes y algunos antojos de comida porque no podía moverse.
Para resumir esta historia, ese día me enteré de que esta muchacha, cada noche salía con quien era el novio de su hermana y que bebían hasta amanecer porque estaban muy dolidos por lo ocurrido.
Y está bien, cada quien sabe cómo drenar su dolor, lo que no entendía era cómo se sentía tan mal de día mientras en las noches podía salir, caminar y subir a un carro perfectamente durante horas.
Agradecí a quienes me informaron de lo ocurrido y no volví a aquella casa nunca más. Obviamente, ella ya enterada de que yo estaba al tanto de la situación, no volvió a molestarme en un tiempo.
Meses después, monté una tienda y como sabía que estaba sin empleo, quise ayudarla una vez más. Entonces, cada día llegaba con uno de sus tres hijos a su lugar de trabajo, obligándome de esta manera a tener que costear no solo su comida, sino el transporte suyo y de uno o dos de sus niños.
No le dije nada. Le tenía bastante aprecio a los niños y quería ayudarla a como diera lugar. Le permití incluso vender algunas cosas en mi local, con el ánimo de que pudiera generar más ingresos.
Cierto día, justo un fin de semana, esperaba un buen día de ventas porque estaba muy cercana la fecha de la navidad e históricamente, esos días son de los mejores en términos económicos.
Dos días después, como si nada, llegó a trabajar y la despedí, a pesar de que llevó a su hija más pequeña, que en ese entonces era una bebé, ardiendo en fiebre.
Me dijo que no había podido asistir a la tienda porque su hija se había enfermado y que, de hecho, la había llevado ese día para que yo viera que era cierto lo que decía.
Sin embargo, ya yo sabía que la niña había estado enferma desde hacía días, por lo que no la llevó a la piscina, sino que la dejó con su mamá, mientras ella fue a disfrutar del día soleado.
-«Si no te importó a ti el destino de tus hijos, ¿por qué me deben importar a mí?», le pregunté mientras ella solo lloraba.
La verdad es que me sentí fatal, pero ese día entendí que los problemas de otros no son míos y que, aunque ciertamente, tengo una solidaridad natural, si los afectados no se mueven para cambiar sus realidades, yo entonces, no tengo que perder mi tiempo con ellos y mucho menos, dejar que abusen de mi intención.
Y sí, me han llamado egoísta, pero creo que más es el daño que se la hace a un mentiroso cuando finges creer sus mentiras que diciéndole de plano, que no crees en ellas.
El ser humano tiene la capacidad de demostrar, de hacer y emprender, de lograr y luchar, entonces, no te sientas culpable por no llevar sobre tus hombros una lucha que probablemente, ni quien debe cargar con ella, ha pensado en arrancar.
¿Está mal ser egoísta?
No, definitivamente, no está mal, pero eso también depende del nivel de romanticismo con el que asocies el término.
Desde niños, los adultos de nuestra época nos enseñaron a compartirlo todo y, de hecho, cuando estábamos en los primeros años, nos decían que no debíamos ser egoístas con otros niños si, por ejemplo, estos querían jugar con nuestras cosas.
Recuerdo que en una oportunidad fui con mi hija a su consulta pediátrica. Ella apenas tendría unos tres años de edad. Llevé para ella además de agua y algunas compotas y galletas, distintos juguetes para entretenerla mientras nos tocaba el turno.
Por supuesto, en el sitio había otros niños y cuando mi hija ya estaba bastante aburrida de la espera, saqué algunos de sus juguetes para entretenerla. Ella había estado tratando de acercarse a esos otros niños, pero éstos, ni siquiera la miraban y, de hecho, en una oportunidad, la empujaron.
Con una cajita musical logré entretenerla por un rato y de pronto, la ví rodeada de todos los demás nenés, quienes curiosos miraban su juguete y querían tenerlo en sus manos.
Ella lo prestó a varios de ellos, sin reparo. Pero hubo un niño que lo intercambió por uno suyo y no quería devolverlo. Mi hija lloraba por su juguete y el niño, también por el que quería que fuera suyo.
Justo entonces entró mi pareja al sitio y le dijo a mi hija que por qué no dejaba su juguete en manos del otro niño para que se calmara y, además, le sugirió también regalárselo. La madre del pequeño sonrió sin negarse. Yo, desde mi posición, me negué tajante sin dar explicaciones.
Entonces, mi pareja, extrañado, volvió a sugerir que dejáramos el artefacto al niño para que así no se pusiera triste.
<<No>> repetí una vez más. Se hizo un silencio sepulcral. La madre del niño, lo tomó toscamente y se lo llevó. Las otras madres, sabiendo que el juguete no era de gran valor monetario, condenaron con sus miradas mi respuesta. Mi pareja, se sintió apenado y mi hija, recogió el juguete después que el niño, en un ataque de malcriadez, lo arrojara al suelo.
Llegó nuestro turno y entramos. Al salir y montarnos en el vehículo, sabía la discusión que me esperaba con mi pareja. Obviamente, estaba espantado con mi actitud y me recriminó por ella.
Mi respuesta fue y sigue siendo la misma después de muchos años: Mi hija no tuvo que llorarle a nadie para que le prestaran juguetes. Los pidió y nadie se los prestó. Tuvo que lidiar con su frustración y lo hizo estoicamente, sin berrinches y sin llorar.
Recordó sus juguetes y fue entonces cuando otros quisieron jugar con ella. Los prestó y hasta ese punto todo está bien, pero yo, como mamá no tengo por qué lidiar con las frustraciones de los hijos de otros padres, porque no son ellos mi responsabilidad.
Yo sabía que iba a una consulta en la que tendría que esperar mucho tiempo hasta que llegara mi turno. Todas las mamás que estaban ahí, al igual que yo, debieron llamar para agendar una cita, así que ¿Cómo es que no se fueron preparadas? ¿Debía yo enseñar a mi hija a regalar sus cosas para que otros estuvieran felices? ¿Realmente iban a estar felices o solo lo estarían hasta que algo más se les atravesara en sus caprichos? ¿Debía yo lidiar con las frustraciones de otros niños? ¿Cuál sería el mensaje que le transmitiría con mi acción a mi hija?
Hasta ahora no me he arrepentido ni de esa ni de muchas otras decisiones que he tomado en las que quienes me rodean, esperan respuestas basadas en sus expectativas y no en la lógica que pueda yo tener.
El mundo, no es bueno si tú eres bueno. El mundo es vivible cuando aprendes a moverte en él sin arriesgar tu voluntad. Debes entender que resolver los problemas de otros no solo te hace egoísta, sino que, a esos otros, los hace incapaces de enfrentarse a ese mundo que tú crees dominar.
Ser bueno no es olvidarse de ti
Algo que es muy importante que entiendas es que para que puedas atender las necesidades de otros, primero debes enfocarte en las tuyas. Por ejemplo, el rol de padres que es tan demandante y duro no puede ser posible si decides pasar de largo tus propias nccesidades.
Tengo una amiga que, antes de servir la comida de sus hijos, sirve la suya y come sola. La primera vez que lo hizo frente a mí, me pareció un gesto horroroso. Sus hijos ya en varias oportunidades le habían dicho que tenían hambre, y, sin embargo, ella se sentó a comer sola y, de hecho, me sirvió a mí también.
Obviamente, le pregunté por qué hacía eso y me dijo, con mucha tranquilidad, que solo de esa manera podía comer tranquila y saber "donde le caía la comida que masticaba".
Me dijo que generalmente, sus tres hijos discutían o hacían tonterías mientras comían juntos, por lo que ella, nunca podía tener tranquilidad para alimentarse.
«No disfruto sentarme a comer con ellos», me contó, así que la manera que encontró, después de probar varias tácticas, era sin lugar a dudas, sentarse a comer primero ella y luego, servirles a los niños para así poder controlarlos.
Claro que no todo el mundo aprueba su método y tampoco, otros que emplea, pero desde hace mucho tiempo entendí que cada familia es un núcleo distinto y que lo que a unos les funciona, a otros no, y visceversa.
Cuando no tienes ni una hora al día para dedicarla a tu propio descanso, bienestar, disfrute o soledad, te vas sobrecargando de energías pesadas que hacen que en algún momento, explotes cual si fueras un cilindro de gas.
Cada uno busca su bienestar
Lo que debes entender es que independientemente de lo que decidas hacer con tu vida, debes defender que estas decisiones no vengan influenciadas por terceras personas.
Cuando no sientes bienestar con tu intervención en la vida de otros, entonces, lo que haces por ellos, no es más que el resultado de tu ego o de tu debilidad emocional, pues debes recordar que cada uno es capaz de proveerse su propia paz.
Una diferencia que es muy importante que entiendas es que el egoísmo implica el rechazo por los demás, mientras que el amor propio, atiende las necesidades, pero sin echarse los problemas de terceros sobre los hombros.
Para muchas personas, especialmente cuando tienen carácter paternalista, es difícil diferenciar entre apoyar y resolver. Hay padres o madres, por ejemplo, que quieren dar resolución a los problemas de sus hijos, cercenando entonces el poder de decisión y solución de ellos mismos como seres individuales.
No es lo mismo opinar o aportar un punto de vista, a sentirse responsables de la vida de otro que está perfectamente capacitado para solventar sus situaciones pues de ellas, debe obtener su propia experiencia y madurez como ser humano.
Recuerda que cuando tu amor propio está activo se relaciona con tu buena autoestima, así como con la confianza que tienes en ti mismo, la autocompasión y la consideración favorable que permite que camines por la vida y seas capaz de realizar actos de bondad con otros. Todo esto se traduce en una sensación de felicidad.
En contraparte, las personas egoístas se alejan de todos estos puntos y características, así que, traducimos esto en que mientras mejor estés contigo mismo, más te alejas del egoísmo al que le temes.
Recuerda que la autocompasión es importante para que entiendas que sea cual sea tu decisión, tienes motivos para tomarla, así que sigue adelante con tus planes, con tus proyectos y no pienses que la solución del mundo de otros está en tus manos.
Generalmente, quienes te necesitan no llegarán a ti para que te quedes para siempre en sus vidas, así que has los que debas y continúa tu camino, pero especialmente, deja que cada quien siga el suyo.
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