Creencias Religiosas: ¿En qué o quién debo creer?

Hace unos días estuve hablando con mis hijos, que últimamente están muy hábiles con los temas religiosos y entre una cosa y otra, me preguntaron cuál de todas las religiones profesa la verdad de Dios.

La verdad es que es un tema que sabía que en algún momento debía llegar, porque yo no he querido forzarlos a pertenecer a una religión en la que más adelante, no quieran estar porque, de alguna manera, los limita de sus propias experiencias.

Si bien, ambos fueron bautizados bajo los lineamientos de la Iglesia Católica y aunque la mayor incluso, hizo ya su Primera Comunión, hace unos años, decidí que fueran ellos quienes dieran sus próximos pasos de acuerdo a la necesidad que tuvieran en materia de fe.

Como ya he dicho en muchas ocasiones, creer ciegamente en algo solo porque la mayoría así lo considera lógico, no es algo que yo quiera volver a hacer ni un solo día de mi vida.

Me parece que la vida es mucho más excitante cuando descubres, pruebas y compruebas por ti mismo lo que decides creer, o no.

Así que éste es un tema del que, además, me he negado un poco a hablar, pues cada quien tiene una perspectiva religiosa distinta, así que no pretendo imponer mis ideas, ni que nadie me imponga las suyas y lamentablemente, en cada oportunidad que he tenido de debatir con alguien, siempre salen molestos, así que prefiero escribir y entonces, ¡Comenzamos!

¿Quién tiene la razón?

Hay una canción interpretada por un cantautor guatemalteco llamado Ricardo Arjona, que me gusta mucho. Lleva por título Jesús Verbo, No Sustantivo y en una de sus partes, reza. <<En este mundo hay más religiones que niños felices>>.

Siempre he estado muy de acuerdo con casi toda la letra de esa canción pues ciertamente, muchas de las religiones giran en torno a las enseñanzas y vida de un Dios o profeta, en nombre de quien se han cometido atropellos, asesinatos y manipulaciones a lo largo de la historia de la vida del hombre.

Hace un tiempo, conocí a alguien muy fiel a las enseñanzas de la Iglesia Católica. Sabía yo que lo era y sabía él mi posición con respecto a las distintas religiones. 

De hecho, en varias oportunidades le dije que no pertenecía a alguna religión en especial pero que me gustaba tomar de cada una lo que se identificara conmigo, y la única cosa que siempre era una constante en todas ellas, era la energía de la fe y del amor.

La conversación inició porque le dije que estaba leyendo un libro que, de inmediato, él calificó como de la tendencia New Age y del que sin haber leído ya había deducido que no le interesaba.

Me preguntó el título, pero no se lo dije porque no entendía por qué había saltado como si yo lo estaba insultando solo por decirle que no estaba de acuerdo con la manera como desprestigiaba algo que ni siquiera se tomaba el tiempo de leer.

Para no redundar, la conversación terminó ahí porque así lo quise cuando me di cuenta de que esta persona con quien había estado hablando por mucho tiempo, lo que buscaba era confrontarme en un tema en el que él ya había decidido que yo estaba equivocada.

Y saqué esa conclusión porque, aunque en varias oportunidades le dejé claro ese día que no seguiría hablando del tema, él insistió tanto en imponerme sus ideas, que finalmente, me aburrí, dejé de hablarle y pasé algunos meses sin volver a comunicarme con él.

De hecho, en esos días hablé con alguien que gozaba de mi aprecio y respeto, y en esa conversación concluí que el tema religioso es algo que no se puede hablar con fanáticos, sino con quienes tienen libertad de entender que la vida no se rige por normas escritas por hombres y rotas, además, por todos ellos.

Entonces, a mi juicio, el tema religioso no se habla con todo el mundo, pues ciertamente, cada quien ha sido criado según normas, costumbres y reglas, que, entiendan o no, siguen sin siquiera entender que están mal en muchos de los casos.

Cuando la Iglesia Católica habla, por ejemplo, del no mentir, del no matar, del no blasfemar, recuerdo todos los casos que me sé de manipulación, mentira y muerte que han sido escondidas bajo sotanas y cruces desde El Vaticano.

No se puede decir que son todos unos pecadores, pero el día que se les hizo especiales por los atuendos que usaban, muchos de ellos se convirtieron en uno.

Y esto no solo ocurre en la Iglesia Católica, sino en cada religión que muy vagamente he conocido, pues en todas, el modelo a seguir es el mismo de manipulación, prohibiciones, castigos divinos y, para resumir, terror a la vida.

Para mí esas religiones más bien parecen sectas, pues basan su fe en un Dios castigador para quien ya naciste siendo pecador y no habrá manera de que abandones la vida sin que dejes de serlo a pesar de todos los esfuerzos que hagas.

Te hablan de un cielo y un infierno, pero entonces, también te invitan a creer en una vida eterna que vendrá después de tu muerte y yo me pregunto siempre: ¿Entonces esta realidad qué es? ¿El cielo? ¿El infierno? ¿Un inframundo al que vinimos solo para sufrir y purgar más pecados?

No, definitivamente no es esa angustia la que quiero relacionar con mi fe ni con la de mis hijos.

Iglesias de la Nueva Era: Estafas de Fe

Mi intención nunca será que los fieles dejen de creer en ese Dios al que le tienen fé, amor y confianza. Claro que no.

Sin embargo, debo decir que sí, una de mis intenciones al hablar de religión, es que las personas se den cuenta de que endiosar a seres tan humanos como tú y como yo, más que santificarlos, los convierte en muchos casos, en entidades ruines e hipócritas.

El poder corrompe y muchos de estos personajes, buscan y se sienten engrandecidos, justamente, en esos pequeños curules de poder que les da una posición religiosa.

Hace unos años, fui con una amiga a una Iglesia a la que me invitó. Su nombre es Maranatha. Ella decía que era una religión, pero estando ahí, me pareció más una especie de culto en el que todo giraba en torno a un pastor.

Entramos a un recinto muy elegante, alfombrado, con aire acondicionado central y en el que había sillas para al menos, 1000 personas, o tal vez, un poco más. Lo que sí puedo decir con seguridad es que el espacio es gigante.

Si ibas en familia y llevabas niños, debías dejarlos en los salones de acuerdo a su edad, con maestros que ideaban para ellos actividades recreativas y muchos de los cuales, eran voluntarios de la misma Iglesia, lo que quiere decir según mis suposiciones, que no recibían sueldos pues ahí todo se hace a voluntad.

Al caminar por el pasillo desde la entrada, podías ver no solo los cientos de cómodos asientos, sino, además, las pantallas, luces y una enorme tarima central que contaba con otras gigantescas pantallas.

Mientras caminabas para ubicarte, a ambos lados del pasillo, podías ver a unas señoritas muy bien vestidas y uniformadas, que te entregaban unos sobres muy bonitos, los cuáles, por cierto, no tenía yo idea de para qué los usaría.

Otra de las cosas que me impresionó, es que nos fue bastante difícil encontrar donde ubicarnos, aunque el sitio era de proporciones gigantescas. Lo mismo ocurrió en el estacionamiento, donde fue un calvario practicmente, encontrar sitio para aparcar entre muy lujosos autos.

En ese momento éramos tres adultos y 7 niños, los cuales se quedaron todos en distintos salones del área de cuidado de niños, para que sus padres pudieran disfrutar del sermón que más tarde, ofrecería el Pastor.

Una vez que dejamos a los niños, procedimos a sentarnos y en pocos minutos, comenzó la velada. Primero pasó una especie de telonero que habló acerca de la fidelidad, de las parejas y del amor con el que debe moverse el mundo.

En ese momento entendí por qué mi amiga, que acababa de perdonar la infidelidad de su esposo, había decidido ir justo ese día. Ambos lloraban a moco suelto mientras el conferencista, hablaba de perdón, olvido, tentaciones y familia.

Luego, llegó el turno del pastor. Muy conocido al parecer porque todos lo aplaudían mientras él se contoneaba de un lado al otro del escenario. Comenzó hablando del amor de Dios, de la fuerza, de la energía y de todo lo que ésta podía alcanzar.

Agradecía, no paraba de hacerlo porque dijo, mostraría una huella de Dios en la tierra. Un milagro que le había tocado, uno que había presenciado en cuerpo y sangre.

Acto seguido recordó que les había dicho a todos en la organización que oraran por su hija, pues al parecer, la niña de 14 años había sido diagnosticada con leucemia.

Esas oraciones que él les pedía sanarían a su hija y sería el único recurso con el que contaría la pequeña, pues sus padres habían decidido no hacer ningún tipo de tratamiento químico ni médico en ella.

Luego de llorar contando la historia, la enorme pantalla detrás de él, se iluminó y entonces, dijo que iba a compartir el milagro de la vida de su hija.

Lejos de lo que pensé que vería (imágenes de una niña enferma batallando con la enfermedad), el video mostraba a una chiquilla que se trasladaba encima de un caballo pura sangre que estaba segura, costaba varios miles de dólares.

Después, llegaba a un Tiovivo, verdaderamente precioso e iluminado, dónde la esperaban sus padres, que habían llegado también montando unos magníficos ejemplares equinos.

Para resumir, el video íntegro mostraba la exquisita celebración de los 15 años de la hija del Pastor, rodeada de lujos y de la que yo solo podía pensar << ¿De dónde salió ese dinero? ¿En qué trabaja esta gente?>>

Después de no mucho pensar, supe que aquellos sobres que cada uno tenía en su mano eran posteriormente recogidos con los respectivos fajos de dinero que cada quien, entregaba en forma voluntaria como una donación. Una muy limpia manera de lavar dinero y, además, de no tener que rendir explicaciones sobre su procedencia.

Y sí, creo haber sido la única asistente de aquella "misa" a la que todo le pareció un tremendo fraude y una gran lavadora de dinero, pero, bueno, ¿quién era yo para sacar de su ilusión a todos aquellos creyentes que lloraban de la emoción por la recuperación de la hija del Pastor? 

Por cierto, tiempo después encontré el testimonio de vida de la niña, en la que hablaban de quimios y en la que, de hecho, se muestra parte del proceso médico que vivió y que su padre, en aquella oportunidad, obvió para presentar como un milagro el caso.

Para mí, esta oleada de nuevas iglesias cristianas, católicas, evangélicas y de otros nombres, no es más que la persecución de lo que ya hemos visto muchas veces: Dinero que se disfraza de fe.

En casi todas las religiones, de hecho, hay más de 20 «principales» en el mundo, la historia es más o menos la misma, los templos muy lujosos, los pastores adinerados y ninguno de ellos, con un trabajo que parezca estable, o que al menos, parezca un empleo.

Lo Que Tú Sientas

No he escrito este artículo con la intención de que te desilusiones de tu fe, sino, más bien, para que abras los ojos con respecto a quienes te la profesan y quieren tomar el control de ella con engaños y manipulación.

Claramente, la fe, la que tu sientes, la energía que con ella mueves, es algo maravilloso. De hecho, he estado presente en sitios de alabanzas y la sensación es no solo gratificante sino completamente, perceptible.

Nunca dejaré de decir que un sitio en el que se ora y se vibra en amor, es un sitio que definitivamente, posee una energía curativa, que evoluciona, que calma y transforma y eso no se produce por una religión específica sino por la seguridad y el convencimiento de que ocurrirá.

Siento pena por quienes han querido, por defender su religión, restarle valor a otras porque no se dan cuenta que la verdad no está en imagenes o palabras, sino en la convicción y en la fe que quienes creen, le otorgan a esas materializaciones.

Recuerdo la parábola de los ciegos y el elefante en la que cada uno de los cinco personajes, tocaba una parte distinta del paquidermo y entonces, al finalizar, describía su experiencia como su verdad.

Lo que ellos no sabían es que cada uno había tocado una parte distinta del animal.

Uno había tocado la trompa, otro una pierna, otro el estómago, otro el diente de marfil y otro, la oreja. Obviamente, para cada uno de ellos, la descripción del animal era distinta, pero como cada uno defendió su verdad de acuerdo a lo que había experimentado, no pudieron ponerse de acuerdo, salieron molestos del recinto y no volvieron a hablarse.

Así justamente son las religiones, o al menos, es lo que percibo de ellas. Cada uno quiere tener su verdad y la defiende a capa y espada porque es lo que conoce y lo que le ha funcionado en su vida.

Y la verdad es que pienso que, aunque a muchos no les funcione, es todo lo que tienen y conocen y por eso se aferran a esa fe como a una tabla de salvación, muchas veces, además, de manera si se quiere, enfermiza.

Hace un tiempo leí un libro que me gustó muchísimo y en el que le preguntaban a Dios cuál de las religiones era la correcta.

Él, en medio de esas conversaciones que tenía con el autor del libro, decía que no prefería a ninguna sobre otra pues, los milagros, la magia, los cambios, la energía, el amor o como quieras llamarles a los eventos que se producen cuando tienes fe, solo tienen cabida cuando crees en algo como extraordinario, no importa el nombre que le pongas.

Para mí, esa es la verdadera esencia de la religión, sea como sea que se llame. Esa alegría que sientes de amar, de dar, de recibir, de transformarte en amor y hacer de ti una extensión de esa transformación que, por cierto, a mi juicio, no tiene nada que ver con castigos, con karmas, ni con lecciones o deudas de alma, mucho menos con sufrimientos eternos.

Dios nos dio libre albedrio y resulta que, viviendo de esa manera, no lo hacemos responsable de nuestros actos, sino que más bien pasa a ser una especie de observador de nuestras existencias, las cuales, por cierto, él nos ha dado la oportunidad de crear según lo que queremos ser.

Recuerdo además que en alguna estrofa de ese libro decía algo así como que a Dios no le importa con qué religión te identifiques sino el bien que haces y te hace pertenecer a ella.

La verdad es que le he recomendado esa lectura a muchas personas que aprecio porque para mí, este es un tema que me ha costado mucho tiempo para considerar y tener una posición que me aleje de culpas y me acerque más bien, a ese bienestar de sabiduría que siento que encuentro cuando afirmo que Dios está en cada uno de nosotros.

Elige tu Paz

Sea lo que sea que decidas con respecto a tu fe, lo único que quiero que tengas claro es que no hay una verdad plena que diga que, en efecto, tal o cual religión es mejor que otra, así que tú, perfectamente puedes ubicarte en la que te haga percibir paz.

Hay personas, como la abuela de mi hija, para quien lo que digo es una blasfemia, pero no pretendo discutir con alguien a quien la religión católica le trae paz. Ella está en todo su derecho de pensar lo que quiera mientras que yo, estoy en el mío de acercarme a la espiritualidad del Dios en el que creo, de la manera en la que lo he dispuesto.

Si no estás haciendo daño a nadie, al menos de manera intencional, quédate siempre con lo que trae consigo bienestar, calma, armonía y paz. Todo lo que hagas en esa materia, será alimento para tu espíritu, sea como sea que se llame la iglesia a la que has decidido asistir e incluso, si has decidido no pertenecer a ninguna, también está bien.

Pero eso sí, recuerda que el valor de lo que haces no está dentro de las paredes de un santuario o capilla, sino dentro de ti, en el más absoluto de los silencios, en la intención de tus acciones, en el bien que causas en la vida de otros, aunque nadie se entere.

No te límites para hacer el bien y mucho menos en nombre de un Dios, que segura estoy, estará más encantado con tus acciones que con tus miedos.

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7 thoughts on “Creencias Religiosas: ¿En qué o quién debo creer?”

  1. Excelente su escrito. Material para divulgar y mucha gente salga de esas religiones enfermizas y manipuladoras. Por favor el nombre de los 2 libros que mencionas. Gracias

    1. Excelente su escrito. Material para divulgar y mucha gente salga de esas religiones enfermizas y manipuladoras. Por favor el nombre de los 2 libros que mencionas. Gracias

      1. Gracias por tu comentario. Puedes copiar el enlace y divulgar, como dices. La verdad es que es lo que más me interesa porque tal vez, muchos lo necesiten. Los libros son una triligía, se llama Conversaciones con Dios

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