Síndrome del Impostor: Cuando el Sabotaje Viene de ti Mismo

Carlos es un tipo de esos que apenas conoces, te cae muy bien. No solo es agradable sino bastante prudente con sus opiniones, observador y muy dispuesto a  ayudar a cada persona que de él necesite.

Aunque tiene habilidades que están por encima del estándar de muchos, frecuentemente lo veo tener problemas económicos, muy a pesar de ser un hombre joven sin carga familiar.

Yo, que frecuentemente estoy analizando las conductas de otros, me he preguntado en varias oportunidades cómo es que él, que sabe hacer tantas cosas que en materia de servicios, cuestan dinero, no saca provecho y ventaja de todo eso que tan bien sabe hacer.

De hecho, le he propuesto en varias oportunidades algunos proyectos con los que pudiera darse a conocer y de esa manera generar dinero que cubra y además, sobrepase sus expectativas, pero aunque me escucha y se emociona, luego comienza un listado de cosas por las que según él, no le iría bien.

Carlos no es la única persona que conozco en esa situación, de hecho, yo misma en algún momento de mi vida me he descubierto haciéndome auto sabotaje, que en términos actuales, se conoce también como el síndrome del impostor.

Hoy estaré hablando de este tema que algunos de nosotros padecemos sin saber y que no es más que la inseguridad de creer que no seremos capaces de lograr algo para lo que perfectamente estamos capacitados. ¡Comenzamos!

Lo que Debes Saber de Síndrome del Impostor

Gracias a los avances en todas las áreas de desarrollo del ser humano, muchos han podido saber a ciencia cierta a qué se deben algunas características y comportamientos que le acompañan en su diario vivir.

El Síndrome del Impostor, es llamado de esa manera porque quien lo padece o lo sufre, como quieras llamarlo, tiene temor de ser descubierto como un fraude aún y a pesar de sus capacidades que muchas veces están por encima de las de otros.

La cosa con estas personas es que no se creen ese cuento, que realmente no es un cuento. Son personas con habilidades propias que les hacen ser blanco de una cantidad de méritos que ellos mismos no se creen y que encima de eso, tienden a menospreciar.

De hecho, sabes que alguien está padeciendo este síndrome porque cuando le halagas o exaltas algunos de sus logros, su respuesta inmediata es minimizarse con frases como que no es tan bueno como piensas, que cualquiera lo pudo haber hecho mejor o que el resultado es producto de la suerte o el azar.

Sí, así como lo lees. Estas personas son incapaces de entender que sus habilidades, destrezas, conocimientos y estrategias merecen ser exaltadas y que cuando los otros le reconocen, lo hacen porque realmente, están agradecidos o complacidos con su trabajo y no porque sean exagerados o aduladores.

De hecho, este síndrome ha sido asociado con baja autoestima, miedo a fracasar y hasta con el temor de repetir errores que en el pasado, han marcado a la persona de manera muy particular en la parte emocional.

También se le relaciona, por ejemplo, con el hecho de ser perfeccionistas en extremo y nunca estar conforme con los resultados de sus largos procesos de dedicación y esfuerzo.

“Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas.”

Bertran Russel.

Son personas que además dicen que su éxito es producto de la suerte o de su trabajo duro, y no de las habilidades y capacidades, las cuales por cierto, siempre tratan de minimizar, normalizar o comparar con las de otros a quienes incluso, puede citar o poner como ejemplo.

¿Es un trastorno psicológico?

Hasta este momento, hay un debate pues los especialistas en el tema están en desacuerdo. Mientras unos aseguran que sí es un trastorno, otros tienen sus reservas y explican que es una respuesta a situaciones de éxito para las que el ser humano no está preparado.

Las personas que lo padecen creen no estar a la altura de las circunstancias, pues no son capaces de asimilar sus logros, sus éxitos y sus habilidades, por lo que aunque todo lo que hacen es reconocido por otros, interiormente, ellos piensan que no son lo suficientemente buenos, que los demás están equivocados y que en algún momento los descubrirán como un fraude.

Si lo comparamos con trastornos como la bulimia o la anorexia, en el que quienes lo padecen creen tener una obesidad que no tienen, entonces, sabremos que quienes creen ser impostores, pueden padecer casi las mismas características.

De hecho, entre sus síntomas además de ansiedad, depresión, inseguridad, se puede contar la baja autoestima y la auto percepción; sin embargo, hasta el momento de escribir este artículo, los especialistas no se habían puesto de acuerdo con respecto a si es o no un trastorno, aunque las cifras son tan impresionantes que de hecho, 7 de cada 10 personas han sufrido de este síndrome.

Por cierto, quienes en algún momento han pasado por esta situación, pueden por igual ser personas que dirigen empresas, finanzas o estar en cualquier área de relevancia hasta ser, por ejemplo, estudiantes que tienen notas sobresalientes.

Los llamados «síntomas» van desde dudar de sí mismos, tener dificultad para reconocer sus habilidades, endosar su éxito a causas externas como la suerte, procurar un rendimiento excesivo y además, frecuentemente tener miedo de no estar a la altura de las expectativas o exigencias de sus superiores o entorno.

De hecho, se han identificado cinco tipos de rasgos asociados al síndrome del Impostor:

  • Perfeccionista: Lo verás en aquél que se concentra en los errores de sus procesos y no en los resultados obtenidos. Nunca está complacido con su producto. Cree que siempre puede mejorarlo.
  • Super héroe: Trabaja muy duro, en exceso y sus esfuerzos son considerados por otros como exagerados. Esto es un resultado de su no valoración y de sentirse insuficiente.
  • Experto: Intenta aprender todo lo que puede y esto no estaría mal de no ser porque jamás estará complacido con su nivel de conocimiento.
  • Genio Natural: Son personas que poseen habilidades naturales pero que tienen expectativas muy altas para su primer intento, por lo que si no las cumplen, se sentirán derrotados e incluso, pueden llegar a sentir episodios de depresión por el «fracaso».
  • El Solitario: Son esas personas que prefieren trabajar en solitario y que además, se niegan a solicitar ayuda de otros porque sienten esto como una debilidad, así que cuando están en esa situación, se desvalorizan y deprimen porque piensan que no tienen el conocimiento suficiente.

Como la propia palabra lo expresa, una persona que sufre de este síndrome se siente en un puesto que no merece. Es decir, siente que está engañando a los demás con sus habilidades y que de hecho, las apreciaciones de los otros sobre sí mismo, son exageradas y no merecidas.

Debido a esto, la persona siente un constante temor a ser «descubierto» y a que quienes le rodean sepan que sus triunfos o éxitos en realidad son producto de suerte o de situaciones casuales.

Mi Yo Impostora

Hace unos años, cuando apenas comenzaba mi etapa laboral y a pesar de haber sido siempre elogiada por mi capacidad de redacción en la etapa universitaria, recuerdo perfectamente que sentí temor cuando me escogieron para que comenzara a cubrir pautas el mismo día en el que fui a solicitar el empleo.

Recuerdo en esa oportunidad, haberle escrito a mi madre de qué se trataba el primer evento al que asistiría para que ella me calmara ese tremendo ataque de ansiedad que sentía en el momento.

Llegué a casa y redacté las cuatro notas de prensa que debía entregar y de inmediato, las envié por correo a quien sería mi jefa. Era un fin de semana, así que solo me senté a esperar que ella respondiera algo.

Estuve revisando el correo cada hora, y como no encontraba respuesta, en mi mente se recrearon varias historias y todas tenían que ver con puntos de vista negativo.

Creía entonces que mi jefa no respondía porque tenía muchas objeciones, porque no le había gustado mi desempeño o porque todo lo que había escrito y revisado minuciosamente, no sería de su agrado.

Llegó el lunes y estuve puntual en la oficina. Cuando por fin mi jefa me llamó para que fuera a reunirme con ella después de haber revisado mis artículos, mis piernas temblaban, la ansiedad formaba parte de mi respiración y estaba tan segura de que no me darían el empleo que le dije a mi madre que estuviera atenta a su teléfono porque la llamaría para que me pasase buscando.

Sin embargo, una vez dentro de la oficina, no recibí más que felicitaciones y halagos. No había una sola corrección en mis artículos, pero además, no me iban a dar un puesto como pasante como ya me lo habían ofrecido, sino que de una vez, me hicieron firmar el contrato como periodista.

Obviamente, debía estar muy complacida, sin embargo, dentro de mí, pensaba que esto no era más que un episodio de suerte y que tal vez, no debían haberme dado ese puesto sin probar más mis habilidades. 

Realmente, estaba negada a aceptar que mi trabajo tenía méritos. Sí, llegué a pensar que los estafaba. Que no estaba a la altura y que de hecho, lo que hacía o escribía, cualquier otra persona podía hacerlo.

El Despertar

Al tener mi propia experiencia en este asunto, puedo decir que para mí fue una etapa de inseguridad que se acentuó por unos meses hasta que comencé a entender que en efecto, tenía la capacidad o habilidad de escuchar las informaciones que debía redactar y de una vez, armarlas en mi cabeza así como también, saber por dónde debía comenzar a escribirlas para atraer la atención del lector.

El hecho de aceptar que esas habilidades existían, me hizo sentir mucha más seguridad en mi misma y al ir acumulando experiencias siempre positivas y de reacción en la calle, las inseguridades, al menos en esa área fueron disminuyendo hasta el punto de desaparecer.

De hecho, reaparecieron aunque en menor medida, cuando fui llamada para dirigir un periódico local. Confieso que mi primera reacción fue pensar que no podría con una responsabilidad de ese tamaño y entonces, vino una segunda etapa que también está asociada a este llamado síndrome del impostor.

Y es que el aceptar dirigir ese periódico, me hizo sentir tanta responsabilidad por el hecho de querer demostrar que sí podía hacerlo, que terminé entonces cumpliendo con responsabilidades que no eran mías.

De hecho, no solo tenía bajo mi cargo el montaje del periódico desde su diagramación, sino que además, escribía los artículos, editaba el material que escribían los otros periodistas, tomaba y escogía las fotos, llevaba y buscaba el material y para resumir, solo me faltó tener el puesto de pregonera en las calles con la venta de los ejemplares.

Y es que para mí, el resultado final no era que el periódico saliera sino que se vendiera y llegara al público, por lo que al ver que las cosas no estaban saliendo como se planeaban, decidí asumir casi que todas las responsabilidades que tenía cada una de las personas con las que trabajaba.

Obviamente, en algún momento de esa etapa, entendí que no debía demostrar más de lo que ya lo había hecho y comencé entonces a exigir los honorarios que debía tener de acuerdo a las responsabilidades que había asumido.

Ya el pensamiento de impostora había desaparecido, entonces sabía por ejemplo, que se me estaba explotando.

Y debo reconocer que el hecho de despertar y entender que realmente tienes habilidades y responsabilidad para dirigir proyectos de envergadura y que eres muy capaz de hacerlos posible, te proporciona una seguridad aún mayor, que nada tiene que ver con ego, sino con el merecimiento al por fin, darte cuenta de tu valía.

De hecho, puedo decir con honestidad que este fue el final del exceso de preocupaciones y ansiedad que no eran más que la respuesta emocional al estrés al que yo misma me había sometido con la intención de evitar ser menospreciada por incompetente o etiquetada por no haber dirigido con éxito un proyecto que además, no solo debía depender de mí talento sino de muchos otros factores de los que los dueños, se habían olvidado. Entender esto, fue de mucha ayuda.

¿Cómo deshacerte de él?

En primer lugar, quiero decirte que todo lo que tenga que ver con tus pensamientos, tienes la posibilidad de cambiarlo y con esto lo que te quiero decir es que los miedos comienzan en tu cabeza y se terminan con la acción.

Date cuenta de que no todos pueden estar equivocados con respecto a tu desempeño, déjate halagar y entiende que cada uno de nosotros tiene habilidades, dones, capacidades, particularidades, con las que otros no nacieron o no desarrollaron y por eso, eres una persona única.

Cada uno de tus pensamientos hace que tus acciones sean individuales, por lo que debes entender que aunque millones de personas en el mundo hagan lo mismo que tú, en el lugar y tiempo en el que estás ahora, eres tú quien está recibiendo reconocimiento por ello y solo debes aceptarlo.

Pensar que no eres tan bueno en algo y que otros están mirando lo que tu no eres capaz de hacer, solo te traerá inseguridad, así que date la oportunidad de demostrarte a ti mismo que estás equivocado, que puedes y mereces tener lo que has logrado porque tus méritos han hablado por ti.

Pero también date la oportunidad de equivocarte y de aprender de tus errores sin necesidad de reprocharte toda la vida por ellos.

La vida está compuesta de todas nuestras experiencias, sean positivas o negativas y de cada una de ellas podemos aprender, en especial, cuando se trata de ser compasivos con nosotros mismos.

La próxima vez que alguien te diga un cumplido, solo acéptalo y agradece. Con esto estarás apropiándote de tu éxito sin tener que justificar o restarte méritos. Solo dí gracias y deja que el tiempo fluya sin sentir inseguridad.

Aprende todo lo que puedas y nutre tu propio conocimiento con el de otros pero no te compares con nadie. Recuerda que cada uno de nosotros tiene habilidades que destacan así que reconoce las tuyas en lugar de buscar tener las de los demás.

Que el miedo no te paralice. No digas que no solo porque te sientes inseguro de lograr algo que se te está confiando. Aprende a dominar ese temor con la acción. Cada vez que sientas que no puedes, empieza a hacer algo relacionado con ese tema y verás que una vez que comiences, serás imparable.

Aprende a amarte, a conocerte, a decirte cosas bonitas así como eres capaz de decirlas de los demás. No te limites ni pienses que no puedes solo porque tus pensamientos te hacen sentir así porque entonces estarás fallando antes de empezar.

Incluso, si fallas, ten compasión de ti y entiende que eres un ser humano con capacidades y defectos y que perfectamente, puedes lograr algo en lo que eres bueno aunque no sea en la primera oportunidad. No te rindas fácilmente.

Recuerda que todo forma parte de tus pensamientos y que el miedo se va cuando entras en acción, así que la próxima vez que sientas que no eres merecedor de lo bueno que te pasa, solo empieza a enumerar todas esas capacidades, habilidades y experiencias que te hacen único y que además, te hacen sobresalir por encima de los demás. Tú, aunque quieras desmerecerlas, sabes cuáles son.


El ser humano es tan complejo que bien puede dar compasión y alegría a otros, en el mismo tiempo en el que está permitiendo que la inseguridad le pueda más en su día a día, así que solo me queda decirte una vez más que muchas veces, el enemigo no se encuentra en otro sitio que dentro de nosotros mismos.

En ocasiones he logrado mirar al auto sabotaje como ese miedo que sentimos en algún momento no de fallar, sino de ser heridos, así que decidí pornerle un sobre nombre a esa personalidad mía que se angustia y que de alguna manera, quiere evitarme tristezas.

Entonces, la llamo por ese nombre, le hablo y le digo que independientemente de los resultados, todo estará bien, como de hecho, hasta en el peor de los tiempos lo ha estado porque cuando uno decide que todo en la vida es una experiencia que sirve para el aprendizaje, mal le viene entonces preocuparse por lo que no salió como esperabamos.

Hace un tiempo, estudiaba con mi hijo la vida de Thomas Edinson y de todo lo que supe de su existencia, una de las cosas que más me llamó la atención fue el hecho de que para inventar la bombilla eléctrica hizo mil veces el intento.

Sí, como lo lees, lo intentó más de 1000 veces hasta lograrlo. Pero lo que realmente me gustó de esa historia en particular no fue que lo intentara todas esas veces, sino que cuando su ayudante lo animaba a suspender el proyecto, él le decía que había encontrado una forma más de cómo no hacerlo, entonces, seguiría intentando hasta dar con la manera correcta.

Eso, señores, se llama persistencia y aunque no sé si yo sería capaz de intentar más de tres veces algo, al menos, agradezco que este hombre se haya inventado la forma mil uno de hacer prender una bombilla eléctrica porque hasta el día de hoy, nos estamos beneficiando de su creación.

Les deseo ese mismo ánimo y que entiendan que todo lo bueno de ti, siempre será lo primero que vean los demás, así que siempre, créeles pero sobre todo, cree en ti.

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4 thoughts on “Síndrome del Impostor: Cuando el Sabotaje Viene de ti Mismo”

  1. Excelente artículo.
    Aunque no lo creas, pienso que eres extraordinaria.
    En lo personal me identifico con lo expuesto, y agregaría que al temor al fracaso se suma la incertidumbre de perder el empleo, lo cual representa una realidad mucho más compleja y estresante, lo que hace que muchas veces reconozcamos que somos explotados, pero no nos atrevemos a dar un paso adelante.

    1. Gracias por tus letras Matheus. Siempre hay miedos que perder y vida que continuar recorriendo, así que cuando sea el momento, entenderás que no se vale perder el tiempo. Saludos

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